La necedad del ser humano es como un chapote.
Restos de oscura brea, o alquitrán, que no se despegan fácilmente de nuestro comportamiento.
La necedad del ser humano va impresa junto a la avaricia, a la arrogancia, a la falsedad.
A todo aquello más deplorable que albergamos en nuestro código genético.
Es la amalgama perfecta, dúctil, moldeable. Siempre dispuesta a soltar un poco lo más ruin que en un momento dado, la ocasión propicie.
La necedad de los demás también me impregna, me acobarda. 


Comentarios
Publicar un comentario