La necedad del ser humano es como un chapote.
Restos de oscura brea, o alquitrán, que no se despegan fácilmente de nuestro comportamiento.
La necedad del ser humano va impresa junto a la avaricia, a la arrogancia, a la falsedad.
A todo aquello más deplorable que albergamos en nuestro código genético.
Es la amalgama perfecta, dúctil, moldeable. Siempre dispuesta a soltar un poco lo más ruin que en un momento dado, la ocasión propicie.
La necedad de los demás también me impregna, me acobarda. 
Me vuelve un títere, sin yo poder evitarlo, en manos de los demás.
Lucho incansablemente desde hace muchos años por diluir ese pegamento.
Y solo muy pocas veces lo consigo. 
M.Escuder
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