ATEA O CREYENTE



Me persigue el tormento
la tempestad, la inquieta caída,
los ruidos del estruendo del rayo
en la tormenta perfecta.
Dios no existe ya.
Soy su hija huérfana,
se me murió la fe con su partida,
se alejó de mí y no sé por qué...
yo era muy niña...
Todos los recuerdos están en el suelo,
esparcidos, pisoteados, maltrechos
y no alcanzo a salvar ninguno.
Todas las promesas de paz se rompieron
cuando observé pasar la vida,
la insoportable levedad del ser
frente al compromiso...
y la estupidez del ego que me exacerba
y me vuelve al igual estúpida.
En serio os digo que no quiero calcos de mí,
que tengo la mente abierta,
que consiento, que doy, que siento y dejo sentir.
Más no encuentro sentido
a estos tiempos de espejo y de solo ruido...
Me dejó con mi pobre pluma que enmudece
caída de unas rotas alas imprudentes
que buscaban tímidamente su libertad.
Me abandonó a una edad tierna
donde los sueños aún forman nubes de algodón
y los finales son felices.
Luego, con su huída,
me lo arrebató todo,
la caricia, el beso, el abrazo,
mis amados seres que ya no están,
me quitó la esperanza,
me quitó el pensamiento y la lucha armada,
Se fue dando un portazo de gloria tras de sí,
y con la imposibilidad de hallarlo en ninguna parte.
salvo en la mirada de un niño
al que aún no ha maleado el adulto.
Y sin embargo. Después de negarlo mil veces
le clamo, intentando creer nuevamente en él.

MEG.

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