Trocitos de mí (1)

Pensar... pensar a todas horas, incluso soñando.
Analizar las cuestiones desde todos los puntos de vista posibles, Emitir resultados, procesarlos nuevamente para poder aplicarlos. Así funciona mi cerebro.
Escucho, miro, toco, olfateo, degusto y presiento. Intento usar todos los sentidos posibles que están guardados en mi ADN, cadenas informáticas de células naturales que están en mí, y que recogen un conocimiento que forma parte de la intuición. El legado de mis ancestros es como su alma, como esa reencarnación que algunas culturas describen. Yo no volveré nunca más a este mundo, pero si creo que una parte de mí se ha escrito en mis descendientes.
Ellos seguramente la completarán con otras cosas, y serán un ente propio a transmitirse nuevamente, a las siguientes generaciones.
Conocer, discernir, averiguar, pensar en la lógica y la ilógica de los resultados, aplicarlos a la razón, sacar una conclusión no definitiva, dejarla flotando para la próxima ocasión donde tenga que usarla. Un trabajo arduo pero divertido, así es aprender, como cuando era niña. Esa curiosidad insaciable que te permite observar el mundo de tu alrededor, con unos ojos de microscopio o de un telescopio espacial.
Lo inmenso, lo grande, lo pequeño, lo minúsculo, lo nano. De lo más mayor a lo más chico. Así es la vida, y en cada una de las esferas de crecida o descenso, la vida abriéndose camino, La parte biológica conviviendo con la parte mineral, compartiendo la química.
La vida, ese equilibrio matemático en el que únicamente sobra la especie humana, la que se empeña en modificar la creación natural y luego no sabe por dónde salir.

Marga Escuder Gea

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