LA CERILLA


Creí que la llama fuera tan sólo luz,
pero su fuego dejó tras de sí
un rastro de cenizas,
palpitantes y oscuras,
ligeras como polvo de pensamiento.
Regalaba una belleza efímera
como el suspiro de un ángel,
veías volar su cabellera hacia un lado
y de repente, surgía de otra parte su pelo rojo
era oro y naranja, moviéndose al aire.
Pareciera una flor,
un tulipán abriéndose al sol con agonía,
para bajar su cabeza por fín a las sombras,
cayendo su cuerpo en dócil reverencia sin vida.
Creí que esa llama ardía,
pero cada efluvio de fuego iba y venía,
así como tú, mi amor,
así como tú, esa mísera cerilla.


Marga Escuder Gea


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