ERA



Soñaba con volar,
con conquistar los cielos,
con ser inmensa, con las alturas
donde el aire ni pesa,
donde mi espina se estiraba
haciéndome gigante.
Y soñaba con alzanzar la gloria,
me creía tan increiblemente exclusiva,
yo era mi centro, miraba mi ombligo
con acusada suficiencia,
me creia sentir como nadie,
reir como nadie,
llorar como nadie.
Pero los años pasaron deprisa
pisando mi piel,
dejando la huella de su avance
marcada como arruga imborrable
en el terciopelo de su superficie,
desgastando la propia memoria.
y sentí que ya no era tan ufana,
ni tan perfecta, ni tan elevada,
Sentí que no era más que un grano de arena,
que lleva el viento y lo traslada,
que no era más que una gota de agua,
que no hería más que la punta de un alfiler.
Sentí que las vértebras se juntan
y el corazón se encoge,
que las palabras sirven para mucho más,
que una mirada puede sanar,
que extender la mano permite que ocurra
el milagro de ser asida por otra,
que me hacia más grande
si era más humilde,
que la dulzura puede contagiarse
antes que una gripe,
que un susurro puede tener cien mil decibelios,
que el ejemplo siempre es la mejor lección,
que si algún dios existe,
si algún demonio puede tomar forma,
siempre están en nuestros adentros,
y nosotros tenemos la clave de que se expresen.
Que lo que aprendo puedo hacer que llegue
al que quiera estar dispuesto,
y tengo que estar dispuesta a la vez.
Han pasado los años y no ha sido fácil.
He reído y he llorado. Y ambas cosas a la vez.
Ha habido de todo en mi camino.
He dejado de todo en él.

Marga Escuder Gea



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