SEPARACIÓN

Aquel día el destino quería divertirse.
Fue a comprar un balde de negra pintura
y una enorme brocha de pintor de paredes.
Nos pincelaba como un amante principiante
relamiendo todos los preludios;
la cabellera del pincel cosquilleaba nuestra piel,
qué importaba el color que nos dejara el trazo...
De todos los brochazos se jactaba
como un niño en un jardín de infancia,
no importaban sus manos manchadas
ni que apenas quedara papel que emborronar.
Entonces como si se le hubiera suicidado la alegría,
comenzó a aburrirse.
Ya no era el amante delicado.
Toscamente,
con ese brutal ademán de quien precisa atención,
la brocha golpeaba toda la geografía de nuestros cuerpos.
Algo se destrozó en su interior
y no lo supo reparar.
El negro nos cubrió por completo,
no quedó a salvo nada más que nuestros ojos
fue la protección de un leve parpadeo.
Los abrimos y nos miramos
como dos desconocidos.
Y no recordamos ni el blanco de nuestros globos.
No supimos nunca si fue un crimen
o fue un suicidio,
nos quedamos diluidos en la oscuridad intensa
del que olvida un pasado compartido.

Marga Escuder Gea


Comentarios

Entradas populares