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COMO DAGA CLAVADA
Inexplicablemente me siento vacía.
La daga que clavaron en la piel
atravesó por completo un eje
de mi triste alma.
Allí habitaba la armonía de las musas.
Y pereció con el hierro.
Las hadas de la inocencia
no pudieron ir a su entierro,
el camino quedo cortado,
una grieta se abrió desde el suelo.
Los sueños en las cumbres se alertaron.
Despertaron sin aliento.
Y el resplandor de sus ojos
cuando se abrieron,
cegaron los callados deseos.
Me mató el alma una daga envenenada.
Y desde entonces vago por el aire
sonriendo sin ganas.
No me tengo compasión.
Herida de muerte, agonizando,
miro las caras desde el cielo.
El destino es a veces
un entierro escrito en un poema,
y un espíritu que implora amor
aún sabiendo que el amor nunca se implora.
Marga Escuder Gea.
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