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EL TÚNEL
Pasan los días, la luz se rompe
al final del túnel,
como en un boceto de carboncillo
se emborronó con el negro,
ya no hay salida, siguen pasando los días.
Los ojos se acostumbran a la oscuridad,
salieron del trance de mirar a lo lejos,
de cegarse con los brillos concentrados en un punto.
En la costumbre de la penumbra
camina en las sombras pudiendo ver. Nítidamente.
El aire fosco pesa como plomo pulverizado
en los hombros de quien ha perdido la alegría
y se contenta con la incongruencia de una risa
que dibuja los labios al revés,
de quien no vive por vivir.
Arrastrando los pies el aire será aún más pesado,
el camino se vuelve nube, polvo de pasado,
y si la luz desaparece, y no hay salida
sólo cabe un ahogo entre saliva y llanto,
callar, el silencio no es una aceptación.
La verdad es ahora la inconformidad del pensamiento
con lo que nos obligan a inteligir.
La verdad se atomizó, se descompuso
a medida que desparecía la luz.
A veces sólo creemos en las sombras que se proyectan
dentro de un túnel.
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