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COMO ENTIENDO MI LIBERTAD
Hoy domingo salí a la calle, estaba el cielo claro y despejado, a primera hora corría un fresco que aligeraba mis ansias de ser libre, el aire rozaba ligeramente la piel de mi rostro, y, mientras caminaba podía ir saboreando cada movimiento de mi cuerpo al avanzar. Notaba como se movían los dedos de mis pies agarrándose al asfalto dentro de mis zapatos, y seguido, el movimiento del tobillo, y ascendiendo, los músculos extensores de mis dedos, el tibial, los gemelos, el vasto, el cuádriceps, el sartorio y así cada uno de ellos. Mis brazos acompasando el caminar, mi vientre, el cual acostumbro a elevar mientras camino, mis pectorales acompañando la respiración... todo ello como formando parte de un concierto armonioso que se iba dibujando en mi cerebro mientras los realizada, y gozando así del movimiento sin dejar de contemplar lo que el universo me ofrecía con la mañana.
Me propuse un juego. A veces y por la costumbre de acompañarme a mi misma a todas partes, dejo que mi mente escampe, que sea libre y feliz, pues la libertad como la felicidad se trata simplemente de un estado de ánimo, de una percepción desde el interior y no al contrario. Y entonces empiezo a divagar con mis pensamientos mientras bailo con mi cuerpo disfrutando del desplazamiento.
Pues como os decía, hoy, comencé ese jueguecillo, y pensé cómo sería si todo lo que estaba ahora al alcance de mis vista no fuera otra cosa que algo visto por primera vez.
El sol radiante hoy, a las cuatro de la tarde y mientras me dirigía no a otro lugar sino a trabajar ´-en domingo, válgame Dios la osadía, menos mal que no soy católica- topaba con las paredes de los edificios de mi ciudad. Había un contraste dulce y apaciguante entre las sombras que proyectaban los otros edificios y el calor que emitían los que calentaba el sol. La imagen era fantástica, pues los colores se dividían entre fuertes, los alumbrados, y más grises los ensombrecidos.
De pronto y levantando la vista hacia los tejados- maravillosa visión plural y desordenada, donde hallas grandes alturas combinadas por pequeñas edificaciones enclavadas en un barrio que comparte las nuevas construcciones con las que se hicieron de antiguos repatriados de las américas- pude observar los sombreros de las chimeneas de extracción de humos en los edificios, siempre altas y plantadas en las cumbres como si fueran soldados vigilantes en sus torres de marfil. En la parte más alta de ese "sombrero" pueden observarse como una hilera de astas metálicas galvanizadas, que con el aire o la extracción giran sin cesar cual carrusel, y al contacto con los rayos del gran amarillo emiten chispas de luz como si fueran estrellas. Me encandilé con la visión, era como tener un pedazo de universo creado por la mano del hombre -fíjate tú qué ilusión- y pensé si fuera la primera vez que las viera ¿qué creyera que fuesen? Fantasmas trepados a las cimas... o tal vez estrellas no encontradas... Mientras mis ojos no podían apartarse de los brillos, era mágico, era divino y quién pudiera imaginar que en algo tan cotidiano pudiera encontrar la aventura de lo desconocido... Si fuera mi primera vez tal vez creyera que fueran diamantes, o joyas, o quizás conjuros de un chamán feliz, porque esos brillos no daban la sensación de hacerme daño.
Veis por qué os digo entonces que la libertad es un estado emocional... Como otras muchas cosas está dentro de nuestra mente, y de ella somos dueños únicamente nosotros.
Un relato breve que sale de un alma libre, al fin.
Marga Escuder Gea
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