Las llaves



La mujer se había inclinado para recoger las llaves que le habían caído al suelo al sacarlas del bolso. Al agacharse, notó como una sombra se había cruzado rápidamente por su lado izquierdo, quedó brevemente confusa, pensó si lo habría notado realmente o habría sido simplemente una sensación. Mientras estaba cavilando todo esto en sus adentros intentaba introducir la llave en la cerradura, pero se había puesto un poco nerviosa, y no atinaba bien. De pronto la cerradura que era una de esas de seguridad que debes empujar la llave para realizar al tiempo el giro de la misma, había "escupido" literalmente el trozo de metal, que salió disparado para caer nuevamente al suelo.
La mujer renegó entre dientes algo apenas inteligible y volvió a repetir su movimiento para recoger las llaves. Se detuvo bruscamente, la luz de la escalera se había apagado de pronto, y pensó
-"Mierda, el automático cada vez dura menos tiempo en esta escalera..."
No sabía a qué atender, si palpar para localizar el llavero, o incorporarse para prender nuevamente la luz.
Entonces notó como una especie de brisa helada le había pasado por su costado, rozándole el brazo. Se estremeció. Quedó literalmente petrificada, la oscuridad del interior de la estancia había sido casi absoluta, ahora, poco a poco, con los ojos muy abiertos podía ir vislumbrando algo, sus ojos se habían acostumbrado un poco a la falta de luz.
Pero ese "roce" de hacía un momento hacía que tuviera medio paralizados los músculos.
Ella era bastante entera, había vivido sola desde hacía muchísimos años, más de veinte, y no era miedosa. No se lo había podido permitir.
Al morir su esposo había quedado sin ninguna familia cerca y tampoco le había dado mucho tiempo de hacer demasiados amigos, así que después del entierro, siguió con su trabajo de siempre, por un lado porque la entrada de dinero que le dejó la pensión del marido no era suficiente, y por otro lado porque el mantenerse ocupada todo el día le había facilitado la dura tarea de soportar el gran vacío que el hombre dejó en su corazón.
Recordaba que era muy amante del género de ciencia ficción y terror, libros de Stephen King, de Poe, de Asimov, de Stocker, R. L. Stine, John Ajvide Lindqvist y películas llevadas a la gran pantalla basadas en libros e historias reales (o no). Nunca tuvo temor tras haber leído o visionado una de esas historias, siempre creyó en la lógica de su cerebro y valoraba la ciencia por encima de cualquier estúpida inventiva sobre fenómenos paranormales o ritos religiosos, Los consideraba procedentes de mentes con cierto grado de falta de inteligencia, aunque nunca hizo polémica sobre sus creencias con nadie.
Y en ese momento se descubría temblorosa y asustada, porque la sensación había sido real, tan real como que se habían caído las llaves o apagado la luz.
Sólo habían mediado unos pocos segundos en el suceso, y sus dedos se alargaron hacia la pared buscando nerviosamente el interruptor, que parecía haber cambiado de lugar o desaparecido. Se le hizo eterno hasta que localizó la arista del saliente de la pared y pudo pulsarlo. Se hizo la luz, y ella exhalo un corto suspiro. Rápidamente miró en todas direcciones, no había nadie ni nada en el rellano. Sonrió levemente como avergonzándose de la situación, de haber pasado un poco de miedo, ella, que no creía en nada.... Movió la cabeza para negarse su reacción, a la que no podía dar crédito.
-"no sé qué te ha pasado Isabel. No es propio de ti..."
Bajó un poco la vista hacia el suelo, intentaba localizar las llaves caídas. ¡No las podía ver! no estaban en el suelo...
-"Madre mía" musitó ¿Dónde han caído las dichosas llaves?
No podía encontrarlas por ningún lado, abrió el bolso y comenzó a rebuscar dentro, apartando con las manos todo el contenido, a un lado, al otro... Era imposible... ¡no estaban!
El latigazo de impaciencia había comenzado a hacer efecto en sus nervios, fue de un lado al otro del rellano, buscando por el suelo como si buscara un alfiler en lugar de un llavero con llaves.
Giro dos veces sobre sí misma. La luz volvió a apagarse. El temporizador había culminado su objetivo, refunfuñó, esta vez ya más alto y rápidamente se acercó a la pared intentado pulsar el botón.
Entonces fue cuando se le heló en la garganta un grito que estaba presto a salir por su boca. Algo o alguien frío como un tempano de hielo la había agarrado de la mano posando las llaves en su palma. Ella perdió totalmente el conocimiento.
Habían pasado más de seis horas. Rafael había bajado del piso superior para ir a su trabajo cuando encontró el cuerpo de Isabel en el suelo, aún sin conocimiento.
Alertó a los vecinos y llamó a emergencias. Al poco había llegado al lugar una ambulancia y la policía.
Se llevaban a Isabel en la camilla, no estaba muerta, pero aún seguía inconsciente. Al colocarla en la tabla, la mano de Isabel se abrió dejando caer las llaves al suelo. En su palma había una quemadura con la forma de las llaves.
Marga Escuder Gea


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