AUNQUE PATALEE

En la telaraña de lo que no llego a comprender me he quedado muchas veces pegada, pataleando para protestar sin ningún auspicio de poder salirme del entuerto. Presa fácil del que va a devorarme, y cual mosca cuyas alas le sirven de bien poco en esos momentos zumbar y zumbar ha hecho que mi final se adelantara. Nunca me fuera la muerte definitiva. Pero en cada ocasión fallecía un pedazo de mi ser, el que amparaba el sentimiento devorado por mi depredador. Porque tras la ingesta éste huía del lugar con la misma rapidez que la araña. Y yo me quedaba resguardada sólo con las rasgaduras de los hilos que aún me sostenían. Fueron tantas veces que hasta llegué a pensar de mi incapacidad de aprender a sobrevivir. Como si el destino me hubiera jugado una mala pasada y no hubiera llegado a fijar en mi adn la cadena que correspondía.
Tengo un poco más de 50 años. Se supone que por estadística me hallo en la frontera del último tercio de mi vida-si todo va bien- y en este mismo instante se me pasa por la cabeza una sola cosa. Si me habré enamorado de esas telas transparentes y brillantes tanto como para que sean mis preferidos vestidos.

Marga Escuder


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